La otra cara de la guerra en Siria: sequía y hambruna
Ninguna región del mundo está exenta de sufrir las consecuencias provocadas por el cambio climático. Siria tampoco.
Las sequías, las temperaturas extremas y las tormentas de arena amenazan el país. El noreste sufre la peor sequía de los últimos 70 años, además de altas temperaturas que dan lugar a incendios forestales. A un país desolado por una guerra que aún continúa, hay que sumar la hambruna provocada por las condiciones climatológicas.
En el noreste de Siria, aquellas tierras que un día fueron fértiles, hoy se tiñen de un aspecto árido y amarillento. “La cosecha de este año no es suficiente para garantizar nuestro propio suministro de pan. Nuestras pérdidas se cifran en millones” afirma Moussa Fatimi, quien se vio obligado a vender su cosecha a los pastores.
En un pueblo llamado Oum Hajrah, el agricultor contempla el campo donde ahora solo pastan las ovejas. Una imagen muy diferente a la de hace unos años atrás, cuando los camiones hacían cola para transportar el trigo.
El olivicultor Ahmad Mahmoud Alahri camina sobre un suelo polvoriento y seco mientras recuerda los 8.000 árboles que plantó un día junto a su hermano. Cuesta creer que su pueblo, llamado Ayid Saghir, esté situado tan solo a tres kilómetros de la presa de Tabqa en el mayor río de Siria, el Éufrates. En dos años, el nivel del pantano ha descendido seis metros. Es tan bajo que las estaciones de bombeo que abastecen a los campos y pueblos cercanos ya no alcanzan el agua. Según la ONU, Más de cinco millones de personas en la región no tuvieron suficiente acceso al agua.
Sin embargo, para algunos de los habitantes, el cambio climático parece no ser el único responsable de esta situación. El Éufrates también pasa por Turquía e Irak. Tras la finalización de la contrucción del embalse, Turquía se comprometió a dejar pasar “una media anual de más de 500 metros cúbicos por segundo”, pero esa cifra es cada vez menor.
Que el país esté cortando el suministro de agua es algo que no se puede demostrar, como señala Bo Viktor Nylund, representante de UNICEF. “Vemos que el agua ha disminuido mucho, pero tenemos que analizar más a fondo por qué los niveles de agua son tan bajos”.
Lo que sí es seguro, son las graves consecuencias que la sequía tiene para la población, además de para la agricultura. Los niveles de agua también hacen peligrar el suministro de energía, produciéndose continuos cortes de electricidad.
Por otro lado, la salubridad también se ve afectada por esta escasez de agua. Como en tantas otras ocasiones, los más pequeños vuelven a ser los perjudicados por la situación. Según datos de UNICEF, la mala calidad del agua provoca un aumento de enfermedades como la diarrea, especialmente en los niños.
El incesante cambio climático y las tensiones geopolíticas sumen a Siria en un profundo pozo de desesperación agravado aún más por la guerra. Los ciudadanos no solo deben hacer frente a los misiles y los bombardeos, también tienen que contemplar con nostalgia y tristeza unas tierras que ya no son capaces de calmar su hambre.
Fuentes: Deutsche Welle (DW), RFI