Conociendo Siria: más allá del conflicto
Continuamos una semana más con nuestra sección “Conociendo Siria: Más Allá del Conflicto”. En este caso, os traemos la historia de la deportista olímpica y refugiada siria, Yusra Mardini. Con ella, queremos dar visibilidad a todas las personas que, debido a pertenecer a un país en guerra, han quedado invisibilizadas por esta.
“Mi nombre es Yusra. Sí, la chica que nadó para salvarse y después nadó en las Olimpiadas. Ahora, quiero contaros mi otra historia. Va sobre mi otro nombre, mi otra identidad. Ya veis, mi nombre es ‘refugiada’. Al menos, así es como me llaman. A mí y a los otros 21 millones que nos hemos visto obligados a huir de la persecución, la guerra y la violencia”. Así comienza la carta que ella misma escribió en 2017 para explicar su historia y retratar la situación de todos aquellos que tienen que huir de sus países.
Yusra Mardini, una breve biografía
Yusra nació el 5 de marzo de 1998 en la ciudad de Daraya, al sudoeste de Damasco, Siria. La guerra la sorprendió en su país natal y los bombardeos se convirtieron en parte de la nueva normalidad. Estos destruyeron su casa familiar, pero también el techo de la piscina donde entrenaba. La situación se volvió insostenible y se vio obligada a dejar atrás su vida, al igual que hicieron y hacen miles de personas.
Huyó de Damasco en 2015 junto con su hermana, Sarah, viajando a través de Líbano y Turquía. Finalmente, el destino era llegar a Grecia a través del mar. Para ello, subieron a un bote destinado a siete personas y que estaba ocupado por 20.
El destino de la embarcación estaba a unos 45 minutos, sin embargo, cuando el viaje llevaba pocos minutos, el motor falló y se paró en mitad del mar. Esto provocó que el bote comenzara a hundirse.
Junto a su hermana, saltaron del bote y, con la ayuda de otras dos personas, empujaron la embarcación durante tres horas y media hasta llegar a la costa de Lesbos. Este acto hizo que se pudiera salvar la vida de todas las personas que viajaban junto a ellas.
Ambas llegaron con síntomas de hipotermia y exhaustas hasta tierras griegas. Sin embargo, esto no hizo que su viaje terminara ahí. Tuvieron que viajar por hasta siete países diferentes hasta encontrar el asilo en Alemania, donde se encuentra su residencia actual.
Sobre este viaje comenta en la misma carta ya mencionada: “Ninguno estábamos preparados para ese viaje. Los rezos desesperados en el mar, la larga travesía, la humillación de la alambrada. Sabíamos que, a pesar de lo duro que era, no había vuelta atrás. Lo habíamos perdido todo, no teníamos otra elección que seguir corriendo, en busca de refugio, de paz”.
La natación como un refugio
Cuando vivía en Damasco, y desde los cuatro años, comenzó a practicar natación. Su padre era entrenador en esta rama deportiva y le inculcó el amor por el agua, ella misma afirma que aprendió desde muy pequeña que nadar era su vía de escape.
Sus entrenamientos contaban con el apoyo del Comité Olímpico Sirio. De hecho, en 2012, representó a Siria en los Campeonatos Mundiales de Natación FNA en los 25 metros, 200 metros estilo libre y 200 metros individuales.
Tras la travesía para llegar a Grecia, el último pensamiento de Yusra era para la natación. En Berlín, estuvo albergada en un campo de refugiados hasta que un intérprete la puso en contacto con un club de natación de la capital, con el que reanudó sus entrenamientos.
Al poco tiempo de esto, el Comité Olímpico Internacional (COI) se puso en contacto con ella. Habían creado el Equipo Olímpico de Atletas Refugiados, cuyo objetivo era visibilizar la situación de los refugiados en todo el mundo. Este iba a competir por primera vez en 2016 en los Juegos de Río de Janeiro.
Yusra fue una de las elegidas para formar parte de este grupo, formado en total por diez atletas de cuatro países diferentes (cinco sudaneses, dos congoleños, dos sirios y un etíope). Estos participantes se multiplicaron para su participación en Tokio 2021, llegando a ser hasta 29 atletas, entre los que ha estado incluida Yusra Mardini.
La deportista participó en las categorías de 100 metros libre y 100 metros mariposa, tanto en Río como en Tokio. Ella no solo persigue la obtención de una medalla, sino dar visibilidad a la situación que viven 80 millones de personas alrededor de todo el mundo. Asimismo, en 2017, fue nombrada Embajadora de Buena Voluntad, la más joven, de ACNUR.
Su historia nos sirve para entender la situación tan extrema por la que tienen que pasar los refugiados que huyen de sus países en guerra en busca de una mejora de condiciones, una mejora que es muy difícil de conseguir. “Estoy orgullosa de defender la paz, la decencia y la dignidad de todos los que huyen de la violencia”.