Normalmente asociamos el café con América latina, especialmente con países como Colombia o Brasil, sin embargo la práctica de tomar café se originó en la zona de la actual Etiopía.

No se sabe la forma oficial en la que el café fue descubierto, según algunos historiadores gastronómicos aseguran que fueron las cabras las que llamaron la atención de los ganaderos.

Estos observaron que cuando sus animales comían los granos rojos del café, estos corrían y saltaban más nerviosas de lo habitual.

Fue así, como descubrieron que recogiendo esos frutos, tostándolos y moliéndolos, el resultado era unos polvos estimulantes, los cuales mezclados con agua, dieron lugar al café árabe.

Aunque también esos granos se podían morder en crudo, pero su sabor era demasiado desagradable. 

Esta bebida no tardó en popularizarse, sobre todo después de saber los efectos que esta tenía en las personas que lo consumen. Fue entonces cuando el producto cruzó el mar Rojo y llegó a tierras arábigas, donde como su nombre indica se iba desarrollar toda la riqueza cultural y gourmet del café árabe. El territorio de Yemen se descubrió idóneo para plantar café y desde ahí se extendió por Arabia, Turquía, Persia y Egipto. 

En la cultura árabe el café se ha convertido en algo más que una bebida, sino también en un vehículo para interacción social, de ahí, que exista todo un ritual que rodea al café árabe.

El primer paso es la selección de granos, los cuales se tuestan en el momento en una sartén plana, un paso imprescindible después es moler los granos en un mortero de cobre, de ahí se pasan a una cafetería también de cobre. Una vez infusionados, el café ya está listo para consumir, se sirve en tazas pequeñas.

Se caracteriza por su sabor amargo y no ser acompañado por ningún tipo de edulcorante, según la zona este puede contener más o menos cardamomo, azafrán u otras especias. 

AUTORA: Andrea Villacañas Lorenzo

FECHA: 05/05/2023